Nación en Lima el 7 de julio de 1874. Creció en medio de grandes penurias económicas. Por su precaria salud, fue débil y enfermizo desde pequeño. De niño y adolescente pasó largas temporadas en el campo, en algunas haciendas de la familia; y esta experiencia inmediata de la naturaleza , que el inquieto muchacho apuraba con curiosidad y fruición fue decisiva en el refinamiento de los sentidos que luego su poesía revelará. Más tarde se traslada a Barranco, a una tranquila villa-balneario junto al mar y próxima a Lima, donde residirá en paz y sosiego absolutos durante más de treinta años.
Por los mismos motivos de salud no había podido completar regularmente
sus estudios y ahora, en Barranco, compensará esa deficiencia con la lectura
voraz de decadentes y simbolistas europeos (principalmente franceses:
Baudelaire, Verlaine, Mallarmé, Rimbaud, Octave Mirbeau, pero también
D'Anunzio); de la literatura infantil de los nórdicos Grimm, Andersen; y de los
grandes maestros del prerrafaelismo y el esteticismo inglés Ruskin, Rosetti,
Wilde, de los cuáles todos dejaron una huella, pero muy asimilada y personal,
en su obra de creación y en su pensamiento poético. Se dedicó también, intensa
y continuamente a la pintura; y fue un artista plástico de gran interés que
concluyó llevando a sus acuarelas y dibujos las figuras y los motivos
enigmáticos de su misma poesía. Falleció en Lima, el 19 de abril de 1942.
Eguren gustaba de caminar a campo traviesa, observando los insectos y
las aves, trazando apuntes para sus óleos y acuarelas, o echando mano a una
cámara de su invención que tomaba fotos ovaladas de tamaño diminuto (poco más
de un centímetro).
A pesar de su voluntario apartamiento de la vida pública, gozó de la
admiración y afecto de hombres de la talla de Manuel González Prada, Abraham
Valdelomar y José Carlos Mariátegui, entre otros. Ellos lo instaron a publicar
sus poemas, considerados como la muestra más honda y depurada de la estética
simbolista en lengua española.
Producción Literaria:
En sus trabajos sugiere ambientes irreales cargados de
significaciones, liberando al poema de toda connotación objetiva. Su trabajo
tiene gran importancia, ya que se considera como el que inaugura la poesía
contemporánea en el Perú.
A Eguren se le atribuye uno de los roles más decisivos
para la iniciación de la tradición de la poesía moderna peruana.
Simbólicas (1911) es tomada como un hito en la
superación del modernismo.
La canción de las figuras (1916)
Sombra y Rondinelas, publicadas por vez primera en
Poesías (1929).
Hacia 1930 Eguren empezó a escribir breves piezas en prosa, los
llamados Motivos estéticos, de intención poética y filosófica; estos motivos,
aparecidos en diversas re vistas durante la década de los treinta, fueron
recogidos póstumamente en un volumen, en 1959.
MOVIMIENTO COLONIDA
Colónida, es el nombre de un movimiento literario que surgió en el
Perú entre los años 1915 y 1916, como respuesta al espíritu elitista y colonial
que aún persistía en la literatura peruana. Propugnó la ruptura con el
academicismo hispano y la libre renovación de temas y estilos, atisbando con
simpatía las nuevas tendencias literarias italianas y francesas. En ese empeño
cohesionó a una generación de artistas y escritores, convocando particularmente
a los jóvenes valores de provincias, hasta entonces marginados.
El impulsador de este movimiento fue el escritor peruano Abraham
Valdelomar, recién vuelto de Europa, con la fundación de la revista Colónida, y
en la que agrupó a los escritores más jóvenes de aquella época, tales como
Pablo Abril de Vivero, Augusto Aguirre Morales, Hernán C. Bellido, Enrique A.
Carrillo, Alfredo González Prada, Félix del Valle, Antonio Garland, Percy
Gibson, José Carlos Mariátegui (Juan Croniqueur), Federico More y Alberto Ulloa
Sotomayor.
Varios de ellos publicaron una antología poética titulada Las voces
múltiples, (Lima, 1916), que representó el momento culminante del movimiento.
José Carlos Mariátegui afirmó que Colónida “no fue un grupo, no fue un
cenáculo, no fue una escuela, sino un movimiento, una actitud, un estado de
ánimo. Varios escritores hicieron “colonidismo” sin pertenecer a la capilla de
Valdelomar.
Sin embargo, Manuel González Prada en una carta dirigida a Luis
Alberto Sánchez, fechada el 26 de noviembre de 1940, reconoció que si hubo un
grupo "Colónida". Habría empezado a formarse a mediados de 1915 y
tomó “conciencia de grupo” a raíz de la polémica que Alfredo tuvo con Juan José
Reinoso cuando éste último ataco a Julio Herrera y Reissig y al modernismo
(diciembre de 1915). En esa ocasión los futuros “colónidos” sumaron fuerzas
para defender la tendencia modernista. El grupo cobró luego afirmación plena
con la aparición de la revista Colónida en enero de 1916 y tuvo su momento
cumbre con la publicación de “Las voces múltiples” del mismo año.
Inauguró entre los literatos del Perú una conciencia cultural: en este
sentido fue un manifiesto de afirmación nacional, opuesto a la dependencia que
guardaban nuestras letras respecto de España, y defensor de un cosmopolitismo que
devolviese al país su autonomía cultural. Son estos rasgos los que generaron la
admiración Manuel Gonzáles Prada hacia el grupo, llegando a afirmar el ya
anciano literato que la generación “colónida” era la más fuerte, fecunda y
valiosa de cuantas generaciones literarias hasta entonces tenido el Perú.
POST- MODERNISMO
Surge como un movimiento contrario a la generación arielista, crea
nuevas expresiones poéticas y resalta el provincialismo. Una de sus
manifestaciones fue la revista llamada Colonida dirigida por Abraham Valdelomar
y animado por un grupo de poetas y escritores, entre los que destacan Federico
More.
Se ha convenido ubicar al grupo o
movimiento Colónida dentro del Postmodernismo (última fase del Modernismo, que tradicionalmente se ha
dividido en tres etapas: premodernismo, apogeo y postmodernismo).
Características del Postmodernismo son:
·
El retorno a la realidad inmediata. Los
escritores postmodernistas renegaron del exotismo y los temas fantásticos
propios de la literatura modernista. Buscaron recuperar la emoción por las
cosas humildes y simples de la vida cotidiana y retornaron, en muchos casos, a
la literatura confidencial e intimista.
·
El sencillismo y la depuración de las formas
de la expresión artística. Frente al refinamiento del lenguaje modernista,
los escritores postmodernistas depuran el lenguaje poético de los elementos
decorativos y optan por una forma de expresión cada vez más clara y sencilla.
Sin embargo se conservó por largo tiempo el gusto por la musicalidad en el
verso y la utilización de imágenes sensoriales.
Los innegables rasgos postmodernistas de
los cuentos “criollos” (como El
caballero Carmelo) y los poemas familiares de Valdelomar
(“Tristitia”, El hermano ausente de la cena de Pascua”), favorecen la inclusión
de “Colónida” dentro del postmodernismo.
Sin embargo, en líneas generales,
“Colónida” difiere mucho del postmodernismo de Rubén Darío, de Leopoldo Lugones o de Gabriela Mistral. En muchos casos más se
acerca al premodernismo, por su entusiasmo por la literatura francesa de
mediados del siglo XIX. Hay que tener en cuenta que el modernismo en el Perú fue tardío y débil.
Se entiende pues, que mientras en Europa ya se había puesto en marcha la
vanguardia, y el poeta chileno Vicente Huidobro inauguraba el vanguardismo hispanoamericano en 1916
(aunque todavía marginalmente), los “colónidos” se aferraban aún a las
propuestas europeas de fines del siglo XIX: Simbolismo, Parnasianismo, Impresionismo, Decadentismo. Como decía Alfredo González
Prada, las “novedades” europeas eran como la luz de una estrella que
les llegaba rezagada en el tiempo. Pero por su espíritu combativo e insurrecto,
los “colónidas” se aproximaban mucho más a los grupos vanguardistas.
En realidad "Colónida"
representó una etapa de transición de la literatura peruana
donde convergieron las fuerzas tradicionales y las de renovación. Los
“colónidos” reconocían en Manuel González
Prada como el orientador de la nueva estética, pero nada más.
Respetaban a José Santos Chocano
(cuyo retrato apareció en la portada del primer número de su revista) pero
veían en José María Eguren,
el poeta simbolista, un valor auténtico de la nueva poesía. Fueron ellos quienes rescataron a
este último poeta, hasta entonces marginal e incomprendido.
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