JOSE MARIA
ARGUEDAS ALTAMIRANO
José María Arguedas, nacido el 18
de enero de 1911 en la
Provincia de Andahuaylas, tuvo como norte, durante toda su
vida, la liberación del Perú del poder cultural occidental. Alrededor de esa
intensa aspiración organizó sus actividades literarias, periodísticas y de
gestión. Arguedas, está considerado por los lectores y estudiosos como un
renovador del pensamiento cultural peruano, sus obras y sus escritos llegan a
personas de diversas latitudes y la multitud de lectores que lo admiran se va haciendo más numerosa conforme se van
sucediendo las generaciones, sus obras se traducen cada vez a mayor número de
idiomas, puede decirse que se ha convertido en un clásico del pensamiento cultural
peruano.
José María Arguedas, no sólo fue
novelista, narrador, y poeta; fue también antropólogo, etnólogo y folklorista.
Sus obras completas son cinco volúmenes, que van desde Agua hasta el Zorro de
Arriba y el Zorro de Abajo y se calcula que la publicación de sus textos
antropológicos comprenderían cinco volúmenes similares.
Arguedas, fue un hombre proclive a la
autobiografía y a la confidencia, buena parte de su obra como antropólogo y
como novelista, se alimentó de sus vivencias personales, de las cosas y
fenómenos que él había visto o había experimentado. Arguedas es para el Perú
del siglo XXI un escritor similar a lo que puede ser Flaubert para Francia del
siglo XIX, Dostoiewsky para Rusia del mismo siglo, o Musil para Viena de
comienzos del siglo XX. Debe ser considerado como un escritor y, al mismo
tiempo, como un hombre no solamente en términos de su biografía, sino en
términos de la sociedad de la que forma parte.
La primera obra de Arguedas,
comentada precisamente por Alberto Tauro, es una colección de relatos que se
titula Agua y se publica en 1935, su tarea de narrador prosigue después, en
1941 con Yawar Fiesta, y en 1958 con los Ríos Profundos. En 1961 logra procesar su experiencia carcelaria
publicando El Sexto. En 1964 publica la más ambiciosa de sus novelas Todas las
Sangres y, en 1969 después de su suicidio y como obra póstuma se edita en
Buenos Aires El Zorro de Arriba y el Zorro de Abajo.
Recordemos que nació en nuestra
tierra de Andahuaylas. Se sabe de la estrecha relación con su padre y de su
temprana desaparición de su madre. Su padre era un abogado de provincias,
obligado a ir de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad para vivir precariamente
de los juicios que conseguía asesorar. Estos recorridos ocasionaron que su
padre contraiga un nuevo enlace, hay una relación difícil y discutida entre
Arguedas y su madrastra, la vida errática lo conduce luego a seguir estudios en
Abancay, Ica y Huancayo. Posteriormente al llegar a Lima, donde toma contacto
con las nuevas inquietudes intelectuales, llega a sus manos Amauta, la revista
dirigida por José Carlos Mariátegui. Más tarde, reconoce la gran influencia que
tuvo sobre su pensamiento. En 1931 ingresa a la Universidad San
Marcos y alterna sus estudios con el trabajo, era un estudiante provinciano de
escasos recursos que se desempeñaba como empleado de correos. En 1937 cae preso
acusado de comunista, y pasa varios meses en El Sexto, prisión ubicada en el
centro de Lima. De hecho, ahí convive con militantes del APRA y Comunistas.
Al momento de fallecer ( 2 de
diciembre de 1969), apenas llevaba 58 años de edad. La muerte prematura de
Arguedas es incomprensible, injusta e indignante; aparece como un golpe
terrible del destino contra la juventud y el pueblo, no solamente peruano, sino
universal, que veía en él un héroe cultural, un guía, un defensor, un maestro,
un promotor y animador cultural.
Basta recordar para
convencerse de ello, el testimonio que
ofreció en Andahuaylas, su amigo de ruta Máximo Damián, sobre el momento de su
entierro, donde los gritos, el dolor y la aflicción brotaron de la muchedumbre
innumerable de todas las artes que lo acompañó a su última morada, así como los
cantos y discursos reivindicativos de lucha y esperanza que los jóvenes
estudiantes de La
Universidad la Molina, donde
José María Arguedas ejercía la docencia, entonaron ante su tumba jurando
que continuarán el combate cultural y social.
Por eso más allá de las motivaciones profundas
y personales que empujaron al escritor al suicidio, cabe preguntarse sobre el
sentido histórico de esta muerte, para tratar no solo de comprender al hombre
en toda su complejidad individual y psíquica, sino también de captar su obra en
todo su alcance social y colectivo.
Tenemos que conocer mejor el
pensamiento arguedino, acercarlo más a nuestra realidad nacional y regional,
reflexionando su ideal con sentido creador, con los docentes jóvenes, los
estudiantes, los líderes locales; reforzando la concepción de Arguedas de que
sólo una nación soberana, dueña de su destino, pueda superar sus desafíos, su
retraso y ordenar la vida en la justicia social y el bienestar democrático y
equitativo.
Por eso recordarlo es compender a todos los
campesinos e indígenas del Perú, por cuyos derechos culturales y sociales luchó
nuestro hermano José María Arguedas, no como indigenista como lo presenta la
intelectualidad aristocrática, sino como un indígena que vivió desde dentro la
crisis social y cultural indígena.
OBRA LITERARIA:
Agua (1939) es la primera
expresión de ese mundo, centrado en una aldea andina del Perú donde chocan dos
grupos humanos, y con ellos, dos universos: el dueño de la tierra, convencido
de su superioridad, y el indio que se aferra a su cultura autóctona por el
hecho mismo de estar sometido a una fuerza extraña. Los relatos de Agua fueron
escritos «con el arrebato de un odio puro: aquel que brota de los amores
universales», cuenta A. definiendo su propósito social: «describir la vida de
aquellas aldeas, describirla de tal modo que su palpitación no fuera olvidada
jamás, que golpeara como un río en la conciencia del lector».
Yawar Fiesta (1941) es la
novela de los pueblos grandes, capitales de provincia de la sierra, y desde el
punto de vista del lenguaje representa un intento ejemplar de asumir el
castellano y «desordenarlo» sutilmente a partir de la expresión quechua, de
modo que, sin perder universalidad, esta nueva palabra fuera capaz de contener
experiencias que el castellano literario no podía sino traicionar. La
interpretación de la realidad andina como un mundo que es parte del alma, y no
un hecho exterior, se expresa en esta novela que el autor no quiere llamar
«indigenista», en cuanto refleja esa realidad humana abigarrada que es el Perú
andino, del cual el indio es sólo una parte.
Los ríos profundos (1953)
ha sido considerada por la crítica como la obra definitiva de A. Su lenguaje
contiene menos recursos idiomáticos quechuas, aunque siempre está atravesado
por una carga interior indígena. Una humanidad ardiente se junta aquí con una
visión mágica de la naturaleza y un sentimiento de ternura universal, para dar
forma a esta novela poética del conflicto entre dos mundos.
Diamantes y pedernales (1954),
se aprecia el esfuerzo del autor por ofrecer una versión lo más auténtica
posible de la vida andina desde un ángulo interiorizado y sin los convencionalismos
de la anterior literatura indigenista de denuncia. En esas obras Arguedas
reivindica la validez del modo de ser del indio, sin caer en un racismo al
revés. Relacionar ese esfuerzo con los planteamientos marxistas de José Carlos
Mariátegui y con la novelística políticamente comprometida de Ciro Alegría
ofrece interesantes paralelos y divergencias.
En El Sexto (1965), novela
de rasgos biográficos, A. ha escrito un relato lleno de intensa preocupación
humana, sobre una ignominiosa prisión; relato que se convertiría en un tremendo
«yo acuso» si no hubieran pasado cerca de 30 años de los acontecimientos allí
relatados. Sin embargo, mucho de lo descrito sigue siendo real en las cárceles
y aún mantiene vigencia en ciertos aspectos del drama político del Perú
reciente.
La agonía de Rasu Ñiti (1962) y
Amor mundo (1967)
El zorro de arriba y el zorro
de abajo (1971); la última es la novela-diario truncada por su muerte.
OBRA : TODAS LAS
SANGRES
GÉNERO : Narrativa
ESPECIE : Novela
ANÁLISIS:
En Todas las sangres (1964), A. ha conseguido una
novela equilibrada y armoniosa, con oleajes en, su estructura, nutrida de
personajes extrañamente fuertes, donde se sigue la batalla de dos culturas que
se aprecia en la zona andina peruana. No está dividida la acción entre los
poseedores y los desposeídos, porque hay muchas otras luchas en el interior de
cada cual.
El lenguaje y la división de los capítulos obedecen al
espíritu de A. que infunde mestizaje a la palabra, no sólo cuando escribe voces
quechuas o procedentes de él, sino también cuando construye, con palabras
castellanas, frases que sólo obedecen a un tratamiento de la lengua en el Perú
o en zonas quechuas similares sudamericanas. Todas las sangres, sin embargo,
puede leerse con interés por hombres de todos los continentes, porque está
alimentada con dolorosa poesía de universalidad.
Según el escritor Mario Vargas
Llosa en “el mundo de Todas las sangres, un mal y un bien absolutos se reparten
personas, instituciones y cosas de una manera tan precisa que no queda campo
para la ambigüedad. Todo es claro en este mundo. Los malvados lo son no
solamente para sus víctimas, los buenos; también para sí mismos.
Tienen conciencia de su maldad y,
al tiempo que la practican, la declaran. No hay esfuerzo alguno en la novela
para reconocer las razones del otro porque no hay razones contradictorias.
Todos están de acuerdo en la clasificación moral de las conductas de las
personas y de las instituciones.
Así, los imperialistas y los
capitalistas que explotan, saquean, esquilman, engañan, roban, se confiesan
ladrones, asesinos, destructores, y antipatrióticos... Los malos en la novela
tienen una conciencia resplandeciente de su maldad, igual que los buenos, que
saben que lo son”.
En la vasta, ambigua, y
contradictoria obra arguediana está contenida la utopía de todas las sangres
como ideal de respetar la multiculturalidad del Perú, como su mejor recurso
potencial para el futuro. Vargas llosa ve en la novela Todas las sangres el
ejemplo perfecto de lo que llama un «fracaso literario» pero no la fuerza de su
título, convertido en un ideal para el futuro del Perú.
Pero también Arguedas tenía
conciencia de que de todas su novelas “todas las sangres” era su novela menos
lograda. Tenía conciencia de que había ciertos sectores sociales que él no
conocía bien y que imaginaba, como el habla, valores y modos de relación. Pero
no estaba haciendo una novela realista tampoco. Era una configuración
imaginaria...y es por esto que la carga
ideológica es un pequeño lastre en esa novela. Se cree que la descompensa en
algún momento... Todas las sangres sería una novela irregular.
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