GABRIEL GARCÍA
MÁRQUEZ
García Márquez nació en Aracataca,
Colombia, el 6 de marzo de 1928. De familia modesta, conoció desde su niñez un
gran número de fábulas y leyendas que se transmitían oralmente de generación en
generación, lo que dejaría una honda huella en su posterior inspiración
literaria. Cursó estudios de derecho y periodismo en las universidades
colombianas de Bogotá y Cartagena de Indias y posteriormente trabajó como
corresponsal del diario El Espectador en Europa. Entre 1959 y 1961 residió en la Habana y Nueva York como
representante de la agencia cubana de noticias Prensa Latina y, a continuación,
se trasladó a México, donde trabajó como guionista además de seguir
desempeñando sus actividades periodísticas.
El escritor colombiano inició su producción
literaria con la novela La hojarasca, publicada en 1955. En ella aparecía por
primera vez Macondo, ciudad imaginaria en la que se ambientan la mayoría de sus
historias y tras la que puede adivinarse el espíritu de su pueblo natal. En
1961 apareció El coronel no tiene quien le escriba, que tres años antes había
sido publicada en la revista colombiana Mito. A ésta siguieron Los funerales de
la Mamá Grande
(1962), una colección de cuentos, y La mala hora (1962), con la que obtuvo el
Premio Nacional de Literatura de Colombia al año siguiente. En esta obra se
trataba por primera vez el tema de la represión política y de la tiranía de los
gobiernos.
La consagración definitiva de García
Márquez como novelista se produjo, sin embargo, tras la publicación de su más
difundida creación, Cien años de soledad (1967). En ella alcanza su culminación
la historia del pueblo de Macondo y de sus fundadores, la familia Buendía. sin
embargo, el alcance de la obra es mucho más amplio, pues constituye a la vez
una historia fabulada de Colombia e incluso de toda la humanidad. Uno de sus
aspectos más destacados es, por otro lado, la ruptura con el realismo y la
incorporación de elementos de carácter legendario y ficticio.
A Cien años de soledad sucedió un
trabajo de crítica literaria realizado en colaboración con el peruano Mario
Vargas Llosa, La novela en América Latina (1968). Posteriormente se publicaron
una serie de cuentos del autor colombiano entre los que cabe destacar "La
increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela
desalmada" (1972) y "Ojos de perro azul" (1972). En 1975
apareció otra de las más célebres obras de García Márquez, El otoño del
patriarca, sátira contra las dictaduras militares latinoamericanas realizada a
través de la biografía de un dirigente político.
Entre su producción posterior cabe
destacar la novela corta Crónica de una muerte anunciada, publicada en 1981.
Inspirada en un asesinato cometido por cuestiones de honor en una ciudad
iberoamericana, la creación se situó en esta ocasión en el terreno del suspenso
y la intriga. Como reconocimiento a la brillantez de su carrera literaria,
Gabriel García Márquez fue galardonado en 1982 con el Premio Nobel, un año
antes de la publicación de El amor en los tiempos del cólera (1983). Parte de su
ingente producción periodística fue recopilada en los volúmenes Textos costeños
(1981) y Entre cachacos (1983). La universidad de sus temas y su peculiar
estilo literario convirtieron a García Márquez en uno de los principales
narradores latinoamericanos del siglo XX. Fallecio en México, D. F., el 17 de abril de 2014.
CRÓNICA DE UNA
MUERTE ANUNCIADA
FRAGMENTO
El día en que lo iban a matar,
Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que
llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde
caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al
despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. «Siempre
soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después
los pormenores de aquel lunes ingrato. «La semana anterior había soñado que iba
solo en un avión de papel de estaño que volaba sin tropezar por entre los
almendros», me dijo.
Tenía una reputación muy bien ganada
de interprete certera de los sueños ajenos, siempre que se los contaran en
ayunas, pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de su
hijo, ni en los otros sueños con árboles que él le había contado en las mañanas
que precedieron a su muerte.
Tampoco Santiago Nasar reconoció el
presagio. Había dormido poco y mal, sin quitarse la ropa, y despertó con dolor
de cabeza y con un sedimento de estribo de cobre en el paladar, y los
interpretó como estragos naturales de la parranda de bodas que se había
prolongado hasta después de la media noche. Más aún: las muchas personas que
encontró desde que salió de su casa a las 6.05 hasta que fue destazado como un
cerdo una hora después, lo recordaban un poco soñoliento pero de buen humor, y
a todos les comentó de un modo casual que era un día muy hermoso. Nadie estaba
seguro de si se refería al estado del tiempo.
Muchos coincidían en el recuerdo de
que era una mañana radiante con una brisa de mar que llegaba a través de los
platanales, como era de pensar que lo fuera en un buen febrero de aquella
época. Pero la mayoría estaba de acuerdo en que era un tiempo fúnebre, con un
cielo turbio y bajo y un denso olor de aguas dormidas, y que en el instante de
la desgracia estaba cayendo una llovizna menuda como la que había visto
Santiago Nasar en el bosque del sueño.
Yo estaba reponiéndome de la parranda
de la boda en el regazo apostólico de María Alejandrina Cervantes, y apenas si
desperté con el alboroto de las campanas tocando a rebato, porque pensé que las
habían soltado en honor del obispo. Santiago Nasar se puso un pantalón y una camisa
de lino blanco, ambas piezas sin almidón, iguales a las que se había puesto el
día anterior para la boda.
Era un atuendo de ocasión. De no
haber sido por la llegada del obispo se habría puesto el vestido de caqui y las
botas de montar con que se iba los lunes a El Divino Rostro, la hacienda de
ganado que heredó de su padre, y que él administraba con muy buen juicio aunque
sin mucha fortuna. En el monte llevaba al cinto una 357 Magnum, cuyas balas
blindadas, según él decía, podían partir un caballo por la cintura. En época de
perdices llevaba también sus aperos de cetrería. En el armario tenía además un
rifle 30.06 Mannlicher-Schönauer, un rifle 300 Holland Magnum, un 22 Hornet con
mira telescópica de dos poderes, y una Winchester de repetición. Siempre dormía
como durmió su padre, con el arma escondida dentro de la funda de la almohada,
pero antes de abandonar la casa aquel día le sacó los proyectiles y la puso en
la gaveta de la mesa de noche. «Nunca la dejaba cargada», me dijo su madre.
Fue una historia real investigad por
Gabriel García Márquez , quien como periodista arma los hechos.
Se escribe en forma de crónica, o sea
un relato que hace alguien de un suceso.
Mezcla los elementos de las tragedias
griegas clásicas, como son el elegante personaje que desencadena la tragedia
(Santiago) y quienes la ejecutan como personajes sombríos (hermanos Vicario).
Es una novela, aunque su matriz sea
una crónica, o sea un relato.
Todos los enlaces de hechos son
atados a la lógica.
Esta Obra es narrada en un lenguaje
sencillo, y fácil de entender, aquí se narra una tragedia por cuestiones de
honor entre familias de un mismo pueblo, la costumbres ovejuna de cobrar
justicia por sus propias manos. Basado en la versión de Angela, sin haber
comprobado realmente si el fue el causante real de la deshonra.
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