Lázaro González Pérez, un niño de origen muy humilde; aunque sin
honra, nació en un río de Salamanca, el Tormes, como el gran héroe Amadís;
quedó huérfano de su padre, un molinero ladrón llamado Tomé González, y fue
puesto al servicio de un ciego por su madre, Antona Pérez, una mujer amancebada
con un negro, Zaide, que le da a Lazarillo un bonito hermanastro mulato.
Entre "fortunas y adversidades", Lázaro evoluciona desde su
ingenuidad inicial hasta desarrollar un instinto de supervivencia. Es
despertado a la maldad del mundo por la cornada de un toro de piedra, embuste
con el que el ciego le saca de su simpleza; hasta que se venga devolviéndole la
cornada de piedra con otro embuste, que le vale al cruel ciego descalabrarse
contra un pilar.
Pasa luego a servir a un tacaño clérigo de Maqueda que lo mata de
hambre, y al que sisa algo de pan de un arca que tiene; el clérigo lo confunde
a oscuras (en su boca silba accidentalmente la llave del arca, escondida
mientras duerme) y, tomándolo por culebra, descubre el engaño, le da una
tremenda paliza y lo despide.
Después entra a servir a un hidalgo arruinado cuyo único tesoro son
sus recuerdos de hidalguía y de dignidad; Lazarillo simpatiza con él, ya que
aunque no tiene nada que darle, por lo menos le trata bien... si bien recurre a
esa simpatía que despierta para conseguir que le dé parte de los mendrugos que
consigue el muchacho al pedir limosna, ya que él no posee la dignidad de la
hidalguía. El patético escudero termina por abandonar la ciudad y Lazarillo se
encuentra de nuevo solo en el mundo.
Después sirve Lázaro a un sospechoso fraile mercedario, tan amante del
mundo que apenas para en su convento y le hace reventar los zapatos (alusión a
las reformas monásticas por entonces de moda, en el sentido de
"descalzar" o hacer más rigurosos los estatutos del clero regular).
Lázaro narra una estafa realizada por parte de un vendedor de bulas o
buldero (una bula era un documento eclesiástico que certificaba, a cambio de
una suma, la exención de cierta cantidad de años de purgatorio). El lazarillo
sirve al buldero y asiste como espectador, sin opinar, al desarrollo del timo,
en el cual finge el buldero que alguien que piensa que las bulas no sirven para
nada está poseso por el diablo, cuando en realidad está compinchado o
conchabado con él; esto se descubre a posteriori, con una hábil técnica de
suspensión. También este tratado sufrió la poda de la censura.
Lázaro se asienta con otros amos, un capellán, un maestro de hacer
panderos y un alguacil y se hace aguador. Por último consigue el cargo de
pregonero gracias al arcipreste de la iglesia toledana de San Salvador, quien
además le ofrece una casa y la oportunidad de casarse con una de sus criadas,
con la finalidad de disipar los rumores que se ciernen sobre él, ya que era
acusado de mantener una relación con su criada.
Sin embargo, tras la boda los rumores no desaparecen y Lázaro comienza
a ser objeto de burla por parte del pueblo. Lázaro sufre la infidelidad con
paciencia, después de toda una vida de ver qué es el honor y la hipocresía que
encubre la dignidad realmente, ya que eso al menos le permite vivir. Lázaro
afirma que ha alcanzado la felicidad, pero para ello ha debido perder su honra,
pues los rumores afirman que su mujer es la amante del arcipreste. Para
mantener su posición, Lázaro hace oídos sordos a dichos rumores.
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