SAN
PEDRO
Vida
San Pedro nace en
Betsaida, c. 1 a .
C. conocido también como Cefas o Simón Pedro; y cuyo nombre de nacimiento era
Shimón bar Ioná, fue -de acuerdo con el Nuevo Testamento- un pescador, conocido
por ser uno de los doce apóstoles, discípulos de Jesús de Nazaret.
Su nombre de nacimiento
era Shimón (Simón) Bariona o Bar Jona (que quiere decir el hijo de Jonás o de
Juan), pero recibió de Jesús el nombre de Pedro (del griego πετρos, 'piedra')
al reconocer que Jesús era el Mesías, el Hijo de Dios. Pablo lo llamó en sus
escritos כיפא, "Keyfas", el equivalente arameo de Pedro, aun cuando
se piensa que predicaba en griego; Juan el Evangelista lo llamó, por lo
general, "Simón Pedro". Jesús no sólo reconoció en Pedro haber sido
inspirado por Dios Padre, sino que también en determinado momento le llamó
despectivamente como Satanás, por decirle Pedro preocupado a Jesús que de
ninguna forma el debería ser crucificado (Mateo 16:22), básicamente por no
poner su mirada o pensamientos en las cosas o designios de Dios, sino en la de los
hombres; (ver Mateo 16:23). Jesús en señal de confianza le otorga las llaves
del Reino de los cielos (Mateo 16:19) y delego de forma explícita, la labor de
pastorear y apacentar a sus ovejas, le dijo "Apacienta mis
ovejas"(Juan 21:15) y "Pastorea mis ovejas."(Juan 21:16). Simón
Pedro negó conocer a Jesús tres veces antes de su muerte y a causa de ello
lloró amargamente Mateo 26:75, posteriormente continuo con la misión que le
encomendó el Señor.
No se conoce otro caso en
la historia anterior a este donde una persona haya sido llamado explícitamente
piedra, excepto de forma implícita a Abrahám simbolizando el origen de la Fé en Isaías 51:1-2.
Conocemos la vida de Pedro por los
datos que de él recoge el Nuevo Testamento más algunos documentos de Clemente Romano,
Papa a finales del siglo I y que con bastante probabilidad le conoció, que
tratan de los últimos años de su vida. De acuerdo con la narración evangélica,
Pedro era un pescador judío de Galilea, oficio que ejercía con su hermano
Andrés; estaba o había estado casado, puesto que la curación de su suegra se
recoge en los evangelios sinópticos (Mateo 8:14-17, Marcos 1:29-31, Lucas
4:38). Otros escritos, parte del corpus declarado apócrifo en Nicea, mencionan
que había tenido una hija.
Pedro fue incorporado al grupo de los
apóstoles a principios del ministerio de Jesús en Galilea. Según el testimonio
de Juan (Juan 1:40-42), fue su hermano Andrés quien lo introdujo al grupo, tras
haberse contado ambos entre los seguidores de Juan el Bautista. La narración de
los sinópticos da otro punto de vista, narrando la historia de que al ver a
ambos recoger las redes, Jesús invitó a los dos hermanos a hacerse pescadores
de hombres (Mateo 4:18-22, Marcos 1:16-20, Lucas 5:1-10) y fue Simón el primero
en reconocer a Jesús como el Hijo de Dios.
Fue uno de los tres discípulos íntimos
que, según la Biblia ,
fueron testigos de la transfiguración de Jesús (Marcos 9:1). Según el relato
bíblico fue el primero en reconocer a Jesús como el Mesías esperado (Marcos
8:29) recibiendo de Jesús el apelativo de Pedro (piedra) sobre la cual
edificaría su Iglesia (Mateo 16:13-20).
Los evangelios recogen también la
profecía de Jesús anunciando la traición de Pedro quien lo negaría tres veces
consecutivas avergonzándose de ser seguidor de Jesús. En ese mismo episodio,
Jesús le dijo "y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus
hermanos" (Lucas 22:32). En esta tarea encomendada por Jesús a Pedro de
confirmar a sus hermanos, ha visto la Iglesia católica otro fundamento para sostener el
primado de Pedro sobre los demás Apóstoles. Aun cuando la noche de la última
cena, Pedro juró no apartarse de Jesús, al ser interrogado por los soldados
romanos que lo habían detenido, negó tres veces conocerlo antes del canto del
gallo, es decir, antes de que la noche acabase (Mateo 26:69-75, Marcos
14:66-72, Lucas 22:54-62, Juan 18:25-27). Luego de la resurrección, según lo
relata Juan 21:15-17, Jesús resucitado se aparece ante los discípulos y
dirigiéndose a Pedro le hace reafirmar tres veces su amor por Él, encargándole
la tarea de ser pastor de sus ovejas y apacentar sus corderos. En este episodio
también se basa la Iglesia
católica para sustentar su creencia de que San Pedro fue el primer Papa.
Obra
Tras la muerte de Jesús,
la figura de Pedro es menos precisa. Si bien varios de los evangelios —tanto
canónicos como apócrifos— dejan entrever que había sido especialmente atendido
por Jesús (en Lucas 24:34 se narra una comunicación especial del resucitado a
Pedro), los testimonios no son siempre coherentes.
El evangelio de Mateo no vuelve a
nombrar a Pedro tras haber éste negado conocer a Jesús. El autor de Hechos de
los Apóstoles, sin embargo, presenta a Pedro como una figura crucial de las
comunidades paleocristianas; es él quien preside la selección del reemplazo para
Judas Iscariote (Hechos 1:15-26), él quien toma la palabra y se dirige a la
multitud el día de Pentecostés (Hechos 2:14-41), él quien castiga la mentira de
Ananías y Safira a los Apóstoles (Hechos 5:1-11), él quien es examinado
públicamente por el Sanedrín junto con Juan (Hechos 4:7-22, Hechos 5:18-42).
Pedro ejerció su primacía entre los
Apóstoles con entereza y valor. El fue “La Piedra ” en la que la Iglesia fue fundada. Su
capacidad de conversión quizás sea lo que hace su historia ejemplar para nosotros
pecadores. Pedro cayó muy bajo en la noche que negó al Señor. Después se
arrepintió y ascendió hasta llegar a obispo de Roma, mártir, y “guardián de las
llaves del reino de los cielos”. Lo
vemos a la cabeza de los Apóstoles. Fue Pedro quien tomó la iniciativa de
elegir uno que tomara el lugar de Judas.
Es el primer apóstol en
obrar un milagro público: tras invocar el nombre de Jesús cura milagrosamente a
un hombre a las puertas del templo de Jerusalén (Hechos 3:1-10), en otra
oportunidad resucita a una mujer (Hechos 9:36-43).
Se constituye en juez en el caso de
Simón el Mago, quien pretende comprar el poder de invocar al Espíritu Santo
(Hechos 8:14-25).
Emprende misiones a Lidia, Jaffa y
Cesarea. Tiene una intervención destacada en el Concilio de Jerusalén, cuando
Pablo sostiene que el mensaje de Jesús se extiende también a los gentiles.
En todos estos ejemplos, en los que la
figura de Simón Pedro se destaca del resto de los apóstoles, ha visto la Iglesia católica una
confirmación de su enseñanza de que él ejercía el primado sobre ellos.
La prédica de Pedro, sin embargo,
estuvo por lo general en los primeros años limitada al pueblo judío a
diferencia de Pablo que predicaba a los gentiles (personas no judías) aunque
fue el que bautizó al primer cristiano no judío, en Cesarea, debido a una
visión tenida en Joppe, el Centurión Cornelio y a su gente (Hechos 10:1-33).
Más tarde, según la tradición católica, se trasladaría a Roma.
Los únicos escritos que poseemos de
San Pedro son sus dos Epístolas en el Nuevo Testamento. Pensamos que ambas
fueron dirigidas a los convertidos de Asia Menor. La Primera Epístola
esta llena de admoniciones hacia la caridad, disponibilidad y humildad, y en
general de los deberes en la vida de los cristianos. Al concluir, Pedro manda
saludos de parte <<de la iglesia situada en Babilonia>>. Esto
prueba que la Epístola
fue escrita desde Roma, que en esos tiempos los judíos la llamaban
"Babilonia". La
Segunda Epístola trata de las falsas doctrinas, habla de la
segunda venida del Señor y concluye con una bella doxología, <<pero
creced en la gracia y sabiduría de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador. A Él
sea la gloria, ahora y por siempre.>>
El autor de los Hechos, sin embargo,
se centra luego en las obras de Pablo, por lo que de los años posteriores es
mucho lo que se ignora. De acuerdo con la epístola a los Gálatas, se trasladó a
Antioquía, donde Pablo lo encontró más tarde (Gálatas 2:11). La primera
epístola a los Corintios deja entrever que Pedro quizá visitó la ciudad en sus
misiones (1Corintios 1:12).
Pablo habla de él destacando su lugar
preeminente entre los miembros de la
Iglesia primitiva: "...como lo hacen los demás
Apóstoles, los hermanos del Señor y el mismo Cefas..." (1Corintios 9:5),
"...Santiago, Cefas y Juan –considerados como columnas de la Iglesia –..." (Gálatas
2:9).
Pedro se habría trasladado a Roma
mientras Pablo se quedaba en Jerusalén. Allí habría participado en grupos de
cristianos ya establecidos en Roma, sin embargo no hay evidencia en los relatos
evangélicos; según otras tradiciones como las que mencionan Orígenes o Eusebio
de Cesarea en su Historia Eclesiástica (III, 36) Pedro habría sido el que fundó
la Iglesia de
Antioquía, pero tampoco hay otra evidencia que lo verifique.
Muerte de Pedro
La tradición católica narra que Pedro
acabó sus días en Roma, donde habría sido obispo, y que allí murió martirizado
en Roma el 29 de junio de 67, bajo el mandato de Nerón en el Circo Vaticano,
sepultado a poca distancia del lugar de su martirio y que a principios del
siglo IV el emperador Constantino I el Grande mandó construir la gran basílica
vaticana.
Clemente Romano, en su carta a los
corintios, data su muerte en la época de las persecuciones de Nerón. El
evangelio de Juan sugiere, en su característico estilo alegórico, que Pedro fue
crucificado. Algunos retrasan la redacción de este Evangelio hasta el siglo II,
por lo que consideran su testimonio de menor relevancia. Pedro de Alejandría,
que fue obispo de esa ciudad y falleció en torno a 311, escribió un tratado
llamado Penitencia, en el que dice: "Pedro, el primero de los apóstoles,
habiendo sido apresado a menudo y arrojado a la prisión y tratado con
ignominia, fue finalmente crucificado en Roma".
Orígenes en su Comentario al libro del
Génesis III, citado por Eusebio de Cesarea, dice que Pedro pidió ser
crucificado cabeza abajo por no considerarse digno de morir del mismo modo que
Jesús. Lo mismo relata Jerónimo de Estridón en su obra Vidas de hombres
ilustres.
Flavio Josefo relata que la práctica
de crucificar criminales en posiciones distintas era común entre los soldados.
El texto de 1Pedro 5:13, que envía saludos desde "la Iglesia que está en
Babilonia" ha sido entendido por algunos en sentido figurativo, como señal
de que Pedro escribía desde Roma por el hecho que la antigua Babilonia sobre el
Eufrates estaba en ruinas y el término "Babilonia" habría sido usado
por la antigua comunidad cristiana para referirse a la Roma de los emperadores
(Apocalipsis 17:5).
No obstante, otros estudiosos alegan
que no había razón alguna para utilizar términos crípticos para referirse a
Roma en un simple saludo y suponen que Babilonia se refería efectivamente a una
comunidad cristiana asentada en las ruinas de esa ciudad, por lo demás,
densamente habitada.
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