SAN BENITO DE NURSIA
San Benito de Nursia (Nursia, 480 – Montecasino, 21 de
marzo de 547), fue fundador de los benedictinos, orden basada en "La Santa Regla ".
Imprimió unos usos y costumbres muy valorados a la largo de la Historia , que han hecho
que San Benito sea considerado el patriarca del monasticismo occidental.
La gran leyenda que gira entorno a San Benito se agranda si hablamos
del hecho de que se le atribuyen multitud de milagros e incluso la cualidad de
sanar a los enfermos.
Gracias a la buena situación económica de su familia, Benito fue
enviado a estudiar en Roma, donde recibió una exquisita preparación.
Pero esta formación, como más tarde diría San Gregorio Magno, no fue lo
principal para el Santo quien, lejos de comulgar con el estilo de vida romano,
se retiró a Subiaco, donde decidió dedicar su vida a la oración. De esta forma,
San Benito estableció su vivienda en una cueva de muy difícil acceso, por lo
que estuvo años sin que nadie le descubriera hasta que un día un sacerdote,
guiado por Dios según San Gregorio, reparó en la presencia del ermitaño. A
partir de este momento algunos pastores y campesinos, sabiendo de su pureza, lo
visitaban, proveyéndolo de alimentos y recibiendo de él instrucciones y
consejos.
Tras estos años, el Santo se trasladó a Vicovaro donde le nombraron
prior de un pequeño convento. Allí introdujo una gran disciplina basada en unas
costumbres estrictas que los monjes no toleraron, llegando incluso a intentar
envenenarlo. Tras este incidente, San Benito decidió volver a su vida solitaria
en Subiaco, donde muchas gentes, atraídos por la gran popularidad que iba
adquiriendo Benito, quisieron convertirse en sus discípulos. Cada vez eran más
las gentes que llegaban y llegó a haber hasta 12 casas donde se alojaban los
nuevos monjes.
De una forma acaso inesperada, San Benito dejó el convento. Tal vez
auspiciado por Florencio, un sacerdote que le profesaba una profunda envidia y
que intentó por todos los medios deshacerse del gran maestro. Por miedo a que
este odio repercutiera en sus discípulos, San Benito se trasladó hasta
Montecasino, donde sobre las ruinas de un antiguo templo construyó dos capillas
además de otros edificios a su alrededor. Estas construcciones se convertirían
en la más famosa abadía de la cristiandad.
San Benito murió, según la crónica ya citada, rodeado de sus
discípulos, quienes aseguraron que cuando murió, un rayo de luz subió hasta el
cielo. Era el año 547, su legado había sido asentado.
Respecto a los tiempos de rezo y descanso, San Benito estableció un
estricto horario en el que la reflexión y el rezo marcaban la vida de los
monjes, siendo esenciales para la purificación del alma y por tanto de la
persona. La alimentación debía ser básicamente vegetariana, sólo ingiriendo
productos que nacieran en el suelo, tierras que ellos debían cultivar. Las
horas de comidas eran siempre las mismas: el almuerzo a la hora sexta y la cena
al anochecer.
Los momentos de ayuno eran igualmente importantes, muy comunes en
aquellas fechas relacionadas con los martirios de Jesucristo.
En definitiva, aunque San Benito no pretendió fundar una orden
religiosa, su acierto en la imposición de las costumbres que él mismo
practicaba fue acogida por numerosos fieles que veían en su pureza de alma un
ejemplo a seguir.
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