ROSA FILIPINA
Fundadora en
América de las primeras cuatro casas de la
sociedad del Sagrado Corazón, nació en Grenoble, Francia el 29 de Agosto
de 1769; murió en San Carlos, Missouri, el 18 de Octubre de 1852. Ella era la
hija de Pierr-Francois Duchesne, un abogado eminente. Su mamá era una Périer,
una ancestro de Casimir Périer, Presidente de Francia en 1894. Ella fue educada
por las monjas de la visitación, ingresó a esa orden, vio su dispersión durante
el reino del terror, intentó vanamente de reestablecer el Convento de
Ste-Marie-d'en-Haunt, cerca de Grenoble, y finalmente en 1804, aceptó la oferta
de la Madre Barat
de recibir a su comunidad en la
Sociedad del Sagrado Corazón. Desde su tierna infancia el
sueño de Filipina había sido el apostolado de las almas: con los paganos de
tierras lejanas, el abandonado y el pobre en casa. La Naturaleza y gracia se
combinaron para acondicionarla para esta alta vocación; la educación, el
sufrimiento, sobre todo, la guía de la Madre Barat la entrenó para ser la pionera de la
orden en el Nuevo Mundo. En 1818 la Madre Duchesne salió con cuatro compañeras hacia
las misiones en América. El Obispo Dubourg le dio la bienvenida a Nueva
Orleans, de donde ella se embarcó río arriba por el río Mississippi hacia San
Luis, estableciendo finalmente su pequeña colonia en San Carlos."La
pobreza y el heroísmo cristiano están aquí", escribió ella, "y las
tribulaciones son las riquezas de los sacerdotes en estas tierras." Frío,
hambre, y enfermedad; oposición, ingratitud, y calumnia, todas vinieron para
probar el coraje de la misionera, solo sirvieron para avivar el fuego de su
espíritu sublime e indomable con una nueva energía para predicar la verdad.
Otras fundaciones le siguieron, en Florissant, Grand Côteau, Nueva Orleans, San
Luis, San Miguel; y la aprobación de la Sociedad en
1826 por Leo XII reconocieron el bien realizado en estos lugares. Ella
anhelaba enseñar a los Indios pobres, y aunque ella estaba vieja y acabada,
ella siguió con su labor con los Indios Pottowatomies en Sugar Creek, realizando
así el deseo de su vida. Alentada por los recitales del Padre De Smet, S.J.,
ella dirigió su mirada a las misiones en las Montañas Rocallosas; Pero la Providencia la regresó
a San Carlos, donde ella murió. Treinta y cuatro años de andanza misionera, desilusión,
resistencia, de suficiente olvido de si misma, de hecho, para probar el valor
de esta valiente hija de la
Madre Barat. Ella abrió el camino, otras pudieron caminar en
el; Y el éxito escondido a sus ojos fue visto muy bien mas tarde por muchos que
la rechazaron, quienes se regocijaron en la rápida expansión de su orden en
Norte y Sur América. Sincera, intensa, generosa, austera pero afectiva, dotada
con una gran capacidad para el sufrimiento y el trabajo, el carácter de la Madre Duchesne era
un carácter rígido que necesitaba ser moldeado por la Madre Barat. LA Madre Duchesne da
prueba de una actividad y entrega poco comunes: se encarga de los trabajos más
rudos del jardín y de la casa, pasa la noche arreglando las cosas de las
internas y de la comunidad, muy austera, se priva de todo en favor de los
demás. Esta mujer inteligente y cultivada tiene dificultad para dominar el
inglés. Y, tan solo, a finales de junio de 1841, puede hacer realidad su sueño:
anunciar a Jesús a los indios. Dada su
edad y el desconocimiento de la lengua indígena como no puede enseñar a los
niños de los Potawatomi, pasa largas horas en oración, en la iglesita de Sugar
Creek,
A LOS 34 años de su llegada a la tierra americana, Rosa Filipina deja
tras de sí 6 casas y 64 religiosas, de ellas 50 estadounidenses. Pío XII la
beatificó en 1940 y Juan Pablo II la declaró santa en 1988.
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