martes, 14 de octubre de 2014

RICARDO PALMA

RICARDO PALMA
Biografía
Ricardo Palma, nace el 7 de febrero de 1833, en una humilde casita ubicada en la antigua Calle Puno, actual tercera cuadra del Jr. Ayacucho; "...en el corazón de la Lima Virreynal", al decir de Raúl Porras Barrenechea.
Fue hijo natural de Pedro Palma y Dominga Soriano o acaso Guillermina Carrillo; quienes aparecen en su Partida de Bautizo.
Su  verdadero  nombre  era  Manuel y en su época adolescente, cuando inició su incursión en la letras y publica en 1848 en "El Comercio", sus primeros versos románticos; agrega el nuevo nombre de Ricardo. Algunos años después de firmar como Manuel Ricardo, parece decidir por alguna razón, quitarse el nombre de pila y usar solamente aquel que él mismo concibiera para ser nombrado: Ricardo.
En 1860 se ve inmerso en cuestiones políticas y abierto partidario de José Gálvez, se ve involucrado en un atentado contra el Mariscal Ramón Castilla y es desterrado a Chile.
Luego de viajar por Europa y Estados Unidos, regresa al Perú y participa en el "Combate del 2 de mayo", al lado precisamente de José Gálvez en la torre La Merced del Fuerte San Felipe, de donde salva de morir, al dejar dicho lugar para dirigirse a enviar un telégrama. En ese lapso de tiempo, la torre es bombardeada, matando a Gálvez.
Siguiendo en la política, Palma fue secretario particular del presidente Balta, luego Senador por Loreto.
En 1872, luego del levantamiento de los hermanos Gutiérrez y la muerte de Balta; según Robert Bazin, se produce en la vida del escritor, "...la primera crisis: la decepción política". Decide entonces retirarse de la política, para dedicarse por entero a la actividad literaria; publicando su primera serie de "Tradiciones".
En 1878 es nombrado miembro de la Real Academia Española de la Lengua y 9 años después, en 1887, es nombrado decano de la recién formada Real Academia Peruana de la Lengua.
En 1881, durante la guerra con Chile, incorporado en la reserva del ejército, participa en la Batalla de Miraflores. Es incendiada su casa y se pierde casi la totalidad de su biblioteca personal y en 1883, a pedido del presidente Iglesias y el ministro Lavalle, rechaza una propuesta para viajar como corresponsal de "La Prensa" a Buenos Aires y decide aceptar el reto de reconstruir la Biblioteca Nacional; convirtiéndose en el "Bibliotecario Mendigo".
Ocho meses después, el 28 de julio de 1884, se inaugura la nueva Biblioteca con más de 20,000 volúmenes, obtenidos en su incansable trabajo de recolección y pedido a escritores e instituciones de todo el mundo. Parte de ese trabajo minucioso, fue la recuperación de más de 8 mil libros arrancados de la Biblioteca, gracias a devoluciones hechas, mayormente por los dueños de la mayor parte de los bodegones o tiendas de abarrotes, quienes eran italianos; lugares donde los soldados chilenos acudían para cambiar dichos ejemplares por unas copas de licor u otro artículo.
Parece ser que Palma, consideraba a la Biblioteca como algo muy personal y lógicamente los libros formaban parte de esa propiedad; por lo cual, se atribuyó el derecho, criticable o no, de expresar su disconformidad con lo escrito por otros autores e irónica o socarrónamente, escribió como una especie de apostillas al margen de muchas hojas, expresiones como: "¡Qué burro!", "este mea fuera del tiesto" o acaso "es un cojudo".
Dicen que también era muy zalamero con las damas y muy amante de pasear por el Jirón de la Unión, para "pellizcarles" la parte más contoneable de su género femenino.
Al sentir que los jóvenes parecen no apreciar su obra literaria, Palma se siente profundamente decepcionado y en 1910, no acepta una coronación pública que le propone la Municipalidad de Lima.
Más tarde, como corolario curioso a todo este proceso de cambios, al renunciar en 1912 a la dirección de la Biblioteca Nacional, el presidente Augusto B. Leguía nombra nada menos que a González Prada como su sucesor.
Este se encarga de seguir sus críticas, poniendo en tela de juico, la labor realizada por el "tradicionista" al frente de ella, escribiendo su "Nota Informativa sobre la Biblioteca Nacional", a la cual Palma replica con su "Apuntes para la historia de la Biblioteca Nacional".
El escritor fallece el 6 de octubre de 1919, a la edad de 86 años, en su casa de Miraflores, la que más tarde fue convertida en Museo.
Producción Literaria:
En 1851 estrena alguna obras teatrales como "El Drama del Verdugo", "La Muerte o la libertad". Luego publica "Consolidación", una especie de relato romántico y "Rodil", un drama, también romántico.
En 1854, cuando publica "Infernum el hechicero", utiliza por primera vez el nombre de "Tradición Peruana".
De allí hasta 1860 publica algunos poemarios; estrena 3 comedias costumbristas y con Manuel A. Segura, escribe "El Santo de Panchita".
En el país sureño, escribe una de las obras que marcaría la madurez de su estilo: "Don Dimas de la Tijereta".
En 1872 publicó las primeras "Tradiciones peruanas", recopilación de las que habían aparecido en diarios y revistas hasta entonces.
Características:
Palma reivindica nuestra propia historia como tema literario. Para ello, arrepentido de sus primeros intentos con la poesía y el teatro, crea un nuevo genero, la tradición
Palma también reivindica nuestra habla. Son textos que están a mitad de camino entre lo hablado y lo escrito. Los diminutivos, las locuciones, los gestos, acercan los textos a la lengua de la conversación. Pero es sobre todo el léxico el que nos muestra con fuerza y claridad la presencia de una comunidad.
Una de las más constantes batallas de don Ricardo fue contra la Real Academia, reticente siempre a acoger los términos acuñados en nuestra América. Los americanos tenemos derecho a apropiarnos del idioma que hablamos. En su Neologismos y americanismos Palma decía: "Hablemos y escribamos en americano; es decir en lenguaje para el que creamos las voces que estimemos apropiadas a nuestra manera de ser social, a nuestras instituciones democráticas".
Palma es un tradicionista, un hacedor de tradiciones; pero no es un tradicionalista, un beato admirador del pasado. Por el contrario, nuestra colonia es desmitificada por el tono burlón con que la trata. Se trata para él de terminar el trabajo bolivariano de darnos libertad política, dándonos libertad lingüística y cultural.
Argumento de los 3 ultimas obras:

Los Mosquitos de Santa Rosa

Cruel enemigo es el zancudo o el mosquito cuando le viene el antojo de revolotear en torno de nuestra almohada, haciendo imposible el sueño. ¿Qué reposo para leer ni para escribir tendrá un buen cristiano si, en lo mejor de la lectura o cuando se halla absorbido por el concepto que del cerebro traslada al papel, se siente interrumpido por el impertinente animalejo? Creo que una nube de mosquitos es capaz de acabar con la paciencia de un santo, aunque sea más cachazudo que Job, y hacerlo renegar como un poseído. Por eso mi paisana Santa Rosa, tan valiente para fortificarse y soportar dolores físicos, halló que tormento superior a sus fuerzas morales, era el de sufrir sin refunfuño, las picadas y la orquesta de los alados musiquines. Sabido es que en la casa en que nació, hubo un espacioso huerto, en la cual la santa edifico una ermita.

En aquel huerto habían centenares de mosquitos y ella así decía: Cuando me vine a habitar esta ermita, hicimos yo y los mosquitos un pequeño trato, yo no los molestaría y ellos no picarían ni harían ruido. Y el pacto se cumplió por ambas partes.

Aún cuando los mosquitos entraban por la puerta o ventana, guardaban compostura, hasta que la santa les decía: amiguitos, id a albar a Dios!  o Ya esta bien chicos, id y buscad comida!

No obstante, parece que una vez se olvido la santa de dar ordenes de buen comportamiento a sus súbditos, porque habían ido un día a visitarla en la ermita una beata llamada Catalina, los mosquitos se cebaron en ella. La Catalina, que no aguantaba pulgas, dio una manotada y aplastó un mosquito.- ¿Qué hace hermana? – dijo la santa-. ¿Mis compañeros me matas de esa manera?

-¡ Pero si son enemigos mortales!- replico la beata. –No me mates ninguno, y verás que serán tus amigos como lo son conmigo. Y así fue ningún mosquito se le volvió a acercar a Catalina.


Carta Canta  

Cuando los conquistadores se apoderaron del Perú no eran en él conocidos el trigo, arroz, caña de azúcar, ajos, cebollas, lentejas, oréganos, ni otros productos de la tierra que seria largo enumerar. En cuanto al fréjol, lo teníamos en casa, así como otras variadas producciones y frutas por las que los españoles se chupaban los dedos del gusto. Era don Antonio solar, por los años de 1558, unos de los vecinos más acomodados de esta ciudad de los reyes. Aunque no estuvo entre los compañeros de Pizarro en Cajamarca, llego a tiempo para que, en la repartición de la conquista, le tocase una buena partija. Se publico un bando que los curas leían a los feligreses después de la misa dominical, prohibiendo a los indios comer pepinos. Llegó la época en que el melonar de Barranca diese su primera cosecha, y aquí comienza nuestra historia. El mayordomo escogió diez de los melones, los puso en unos cajones y los puso en hombros de dos indios mitayos, dándole una carta para el patrón. Los indios estaban muy cansados después de caminar algunas leguas y el perfume de la fruta les despertó curiosidad: -¿Sabes hermano –dijo al fin uno de ellos en su dialecto indígena-, que he dado con la manera de que podamos comer sin que se descubra el caso? Escondamos la carta para que no nos vea y así no podrá delatarnos. La sencilla ignorancia de los indios atribuía a la escritura un prestigio diabólico y maravilloso. Creían, no que las letras eran signos convencionales, sino espíritus, que no solo funcionaban como mensajeros, sino también como atalayas o espías. Después de comer un melón entre ambos y caminar un rato mas, decidieron comerse un melón mas para así poder igualar las cargas, pero antes obviamente escondieron la carta para así poder comer tranquilos. Llegados a casa de don Antonio pusieron en sus manos la carta, en la cual le anunciaba al mayordomo el envío de diez melones. Don Antonio, que había contraído compromiso con el arzobispo y otros personajes de obsequiarles los primeros melones de su cosecha, se dirigió muy contento a examinar la carga. – Como se entiende, ladronzuelos... - exclamo de cólera- el mayordomo me manda diez melones y aquí faltan dos- y don Antonio volvió a consultar la carta. – ocho no mas, taitai – contestaron temblando los mitayos.
-La carta dice que diez, y ustedes se han comido dos en el camino... ea! Que les den una docena de palizas a estos picaros. Y los pobres indios, después de bien zurrados, se sentaron en un rincón del patio, diciendo uno de ellos: - lo ves hermano, carta canta! Don Antonio lo escucho y les grito: - si, t cuidado con otra, que ya saben carta canta. Y así fue como esta frase se hizo tan popular.

Al Rincón Quita Calzón

El liberal obispo de arequipa, Chávez de la rosa, a quien debe esa ciudad, la fundación de la casa de expósitos, tomo gran empeño en el progreso del seminario, dándole un vasto y bien meditado plan de estudios, que aprobó el rey, prohibiendo solo que se enseñasen derecho natural y de gentes. Rara era la semana, por los años 1796, en que su señoría ilustrísima no hiciera por lo menos una visita al colegio, cuidando de que los catedráticos cumplieran con su deber, de la moralidad de los escolares y de los arreglos económicos. Una mañana encontrase con que el maestro de latinidad no se había presentado en su aula, y por consiguiente, los muchachos, en plena holganza, andaban haciendo de las suyas. El señor obispo se propuso remediar la falta, reemplazando por ese día al profesor titular. Los alumnos habían descuidado por completo aprender la lección. Empezó el catedrático a hacer preguntas y un muchacho se equivoco.
-Al rincón, quita calzón! –grito el obispo. En aquellos tiempos regía la doctrina de que la letra con sangre entra, y todos los colegios tenían un empleado cuya tarea era la de aplicar de tres a doce azotes sobre las posaderas del estudiante condenado a ir al rincón. Había ya, mas de una docena de niños acumulados en el rincón, cuando le llegó el turno al más pequeño y travieso del salón. Al no saber la respuesta de la pregunta designada, el obispo lo mando al rincón con los demás. El chiquillo obedeció, pero murmurando entre dientes. – ¿que murmuras? –le pregunto el obispo. El pequeño, que no era ni más ni menos que Francisco de Luna Pizarro, le respondió: - solo quería hacerle una pequeña pregunta, su señoría. -adelante –dijo el obispo sonriendo ligeramente. –bueno, yo quisiera saber cuantos Dominus Vobiscum tiene la misa. El obispo nunca se había percatado de cuantas de aquellas frases se mencionaban en la misa. El pequeño observando al pensativo obispo, exclamo: -¡Ah, él mira al techo igual que nosotros! El obispo encantado por la perspicacia de aquel chiquillo, decidió convertirse en su padre y protector.
Critica de Autores sobre sus producciones:
Manuel González Prada, fue uno de sus más adversos cuestionadores; más aun al relacionarlo con la generación que perdió la guerra con Chile y el 28 de julio de 1888, en el "Politeama", mediante alusiones directas a Palma y otros integrantes de dicha generación; se atribuye representante de una "nueva generación"; atacando a la precedente y emitiendo su famosa condena.
 "En esta obra de reconstitución y venganza, no contemos con los hombres del pasado: los troncos añosos y carcomidos, produjeron ya sus flores de aroma deletereo y sus frutos de sabor amargo. Que vengan árboles nuevos, a dar flores nuevas, frutas nuevas.
¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra! "
Todo parece mostrar animosidad entre ambos, pero bajo la óptica de Edmundo de los Ríos, todo se ve diferente: "...cuando lo de su renuncia a la Biblioteca Nacional, pareció estar extrapolado con Manuel González Prada, nada más falso es. Ambos miraban y estaban interesados en un mismo horizonte. Se tenían que recoger datos del pasado para caminar firme en el futuro. (Palma) ...era hombre que sabía reír de los tropiezos de los hombres..... González Prada, era semejante a él, pero le ganaba su indeclinable intransigencia. Y en estilo, Palma logró alcanzar la maestría de sus Tradiciones que son un caudal de riqueza idiomática sin controles ni academicismos, pese a que era académico. Mientras González Prada era un purista cincelador de versos, excepto cuando su verbo se alzaba iracundo en sus panfletos revanchistas contra Chile... Eran, en verdad, las dos caras de una misma moneda de oro macizo".

Palma, según Antonio Cornejo Polar "...fue y no fue romántico", pues sus tradiciones no corresponden al sistema romántico. Fue en cambio un transeúnte del romanticismo, camino que lo llevó a trazar su peculiar camino hacia la "Tradición".

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