SAN ANASTASIO
Nació en Alejandría, Egipto, hacia el año 297. Siendo todavía un niño
en el año 311, presenció el martirio de su obispo Pedro de Alejandría y de
otros cristiano, muertos en la persecución que hicieron los paganos.
De joven conoció al gran penitente San Antonio Abad y la amistad con tan famosos santo le fue de
inmenso provecho durante toda su vida. A los 23 años escribió su primero libro
acerca de la Encarnación
de Jesucristo.
Atanasio de dedicó a combatir al hereje Arrio y obtuvo que su
arzobispo reuniera a los obispos de la nación y a muchos sacerdotes y en un
Concilio Nacional condenaron a Arrio y le prohibieron enseñar sus errores.
Al morir Constantino, Atanasio volvió a Alejandría, siendo recibido
por el pueblo con grandes demostraciones de alegría. Pero los arrianos y otros
enemigos de la verdadera religión le inventaron muchas calumnias y eligieron a
un falso arzobispo e hicieron que Atanasio tuviera que irse de la nación por
ocho años. Se fue a Roma y allá el Sumo Pontífice se declaró a su favor.
El emperador Constante, que era arriano, expulsó a la fuerza otra vez
a Atanasio, porque defendía que Cristo sí es Dios. Y el santo tuvo que estarse
escondido seis años entre los monjes del desierto. En estos años escribió sus
mejores obras y llegó a una gran santidad.
San Atanasio fue el obispo más famoso de su siglo. Tuvo que vivir en
una época sumamente difícil y combatir a enemigos muy peligrosos y traicioneros
que pretendían quitarle a la religión católica una verdad fundamental que es la
que enseña que Jesucristo sí es Dios. En sus 45 años de sacerdocio no dejó
nunca de predicar en favor de Jesucristo. Por eso se dice que después de los apóstoles
en la antigüedad quizá ninguno contribuyó más que Atanasio a hacer amar a
Jesucristo.
Atanasio fue el campeón de la libertad de la iglesia frente a los
poderes civiles que pretendían meterse en lo religioso que a ellos no les
pertenece. Tenía temple de luchador, y se enfrentaba sin miedo a cuantos
trataban de negar las verdades de la religión católica. Pero a la vez cumplía
lo que decía Jesús: "Sean prudentes como serpientes", y cuando veía
que sus adversarios le tenían trampas preparadas, huía muy a tiempo antes de
caer en sus garras.
Hablaba un lenguaje totalmente claro y franco y no iba con rodeos
cuando había que defender la verdadera fe. Al pan lo llamaba pan y al vino,
vino, gustara o no gustara a los enemigos de la religión.
San Atanasio al terminar su existencia pudo exclamar gozoso: mi vida
fue un calvario. Me persiguieron pero no pudieron conmigo. Te acompañé en esta
vida en tu Pasión Dolorosa, ahora espero acompañarte en tu gloria en la Vida Eterna. Murió el
2 de mayo del año 373, a
los 76 años.
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