miércoles, 1 de octubre de 2014

PEDRO DE LA GASCA

PEDRO DE LA GASCA

Fue un sacerdote, político, diplomático y militar español del siglo XVI. Caballero de la Orden de Santiago y consejero del Tribunal del Santo Oficio. Nombrado en 1546 presidente de la Real Audiencia de Lima con la misión de debelar la rebelión de Gonzalo Pizarro en el Perú, cumplió a cabalidad su cometido, pasando a la historia con el apelativo de Pacificador. Hizo luego un ordenamiento general del Virreinato.
Nació en Navarregadilla, localidad cercana al pueblo de El Barco de Ávila en el año 1493. Hijo de don Juan Jiménez de Ávila y García y de doña María Gasca, ambos de conocidas estirpes hidalgas. Inició estudios en la Universidad de Salamanca. Muerto su padre (hacia 1513), hízose cargo de su educación su tío, el licenciado Del Barco, quien lo presentó ante el Cardenal Cisneros para que estudiara en la Universidad de Alcalá de Henares. Allí recibió el grado de Maestro en Artes y Licenciado en Teología; entró como colegial en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la misma universidad, y entusiasmado por la política imperial, participó en el bando real durante la Guerra de las Comunidades de Castilla.
Acabada la guerra, su tío lo envió de nuevo a Salamanca (1522), donde gracias a sus virtudes intelectivas y a su talento negociador logró situarse en un primerísimo plano. En la universidad salmantina cursó Derecho Civil y Canónico; se graduó de Bachiller en ambos Derechos y fue elegido para ocupar la rectoría en el curso de 1528-1529. Posteriormente tomó una beca en el prestigioso Colegio Mayor de San Bartolomé o Colegio Viejo (1531), centro de formación de los más importantes políticos de la España del Renacimiento, donde se graduó de Licenciado en Cánones. Vista su capacidad le encargaron del rectorado del Colegio en dos oportunidades.
Concluidos sus estudios, recibió las sagradas órdenes, abrazando la carrera eclesiástica. Fue nombrado canónigo en el cabildo catedralicio de Salamanca y juez vicario en la diócesis de ese lugar.
Las excelencias de su ánimo y capacidad no tardaron en llegar a oídos del personaje más influyente en el gobierno civil y religioso de aquella época: el cardenal Juan Tavera, Arzobispo de Toledo y Presidente del Consejo Real. Por influencia de este personaje, en 1537 pasó a desempeñarse como juez vicario en Alcalá de Henares y como juez residenciador del cabildo metropolitano de Toledo. En noviembre de 1540 obtuvo una plaza de oidor en el Consejo de la Suprema Inquisición. Esta incorporación al mundo cortesano le otorgó la experiencia de administrar negocios concernientes al inmenso ámbito de la “monarquía universal” de Carlos V.
Su primera responsabilidad propiamente política le fue asignada en 1541, al recibir el encargo de hacer una visita general a los oficiales de la Corona en el reino de Valencia, para lo cual tuvo que contar con un breve especial del Papa, autorizándole a intervenir en problemas que normalmente eran ajenos a la gente de hábito clerical. Pasó en la comarca valenciana tres años intensos (1542-1545), durante los cuales se ocupó del adoctrinamiento y sujeción de las comunidades moriscas, ordenó disposiciones para la defensa del reino (fortificación de la costa y de las islas Baleares para enfrentar los ataques berberiscos y, principalmente, los del pirata Barbarroja), efectuó una toma de cuentas a los oficiales de hacienda, aplicó la residencia a los ministros de justicia y adquirió, en general, un notable conocimiento de las funciones gubernativas.
Al convertirse Gonzalo Pizarro en líder absoluto del Perú, no faltaron quienes le aconsejaron de independizarse de la Corona española y que formara un reino aparte, enlazándose con una princesa incaica. Gonzalo no se dejó seducir por estos consejos, pues esperaba reconciliarse con la Corona y ser reconocido como Gobernador, en virtud de ser hermano de Francisco Pizarro, el conquistador del Perú. Pero por desgracia para él, ello no ocurrió.
Enterados de la rebelión en España, el rey nombró al sacerdote Pedro de la Gasca presidente de la Real Audiencia de Lima y Pacificador del Perú, con poderes extraordinarios. La Gasca partió hacia América, sin más armas que su Biblia y cédulas reales en blanco para castigar y recompensar según el caso; portaba también el decreto real del 20 de octubre de 1545, por el que se suprimía el capítulo 30 de las Leyes Nuevas, donde se prohibía la encomienda hereditaria, con el fin de convencer a los encomenderos de que cesaran la revuelta, a cambio del perdón real.
Cuando La Gasca llegó a Panamá en agosto de 1546, se enteró de la muerte del virrey. De inmediato, comenzó a ganarse a los partidarios de Gonzalo. El primero a quien logró convencer fue al almirante Pedro de Hinojosa, jefe de la escuadra rebelde, de modo que éste se pasó con toda su flota al bando real, lo que constituyó un rudo golpe para el bando gonzalista. Sumados a otros capitanes y soldados que se les unieron el camino, partieron todos hacia el Perú; era ya todo un ejército de leales a la corona.
La Gasca desembarcó en Tumbes, luego siguió hacia el sur, pasando por Trujillo, Huaylas y Jauja, donde se enteró de la derrota de Huarina. Siguió a Huamanga y Andahuaylas, y se aproximó al Cuzco. Tenía ya un numeroso ejército de 700 arcabuceros, 500 piqueros y 400 jinetes.
Mientras que Gonzalo reunió en el Cuzco un ejército de 900 soldados y esperó a su adversario. Ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de Jaquijahuana, en la pampa de Anta o Sacsahuana,[2] el 9 de abril de 1548. En realidad no hubo batalla sino el desbande de las fuerzas gonzalistas que se pasaron al ejército de Gasca. La deserción la iniciaron el oidor Cepeda y el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega (padre del Inca historiador). La derrota de Gonzalo Pizarro se consumó pues, debido a "...la traición de sus hombres, quienes se pasaron al lado de las tropas de los leales al rey...", viendo probablemente innecesaria la lucha, toda vez que las encomiendas habían sido restauradas.
Gonzalo Pizarro fue tomado preso, al igual que su lugarteniente Francisco de Carvajal y los demás capitanes rebeldes. Todos fueron decapitados al siguiente amanecer, a excepción de Carvajal, que por ser plebeyo fue ahorcado. Las cabezas de Gonzalo y Carvajal fueron enviadas a Lima y expuestas perpetuamente en la Plaza Principal, dentro de unas jaulas de hierro.
Tras su victoria, Pedro de la Gasca eliminó las gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva Toledo. También redistribuyó las encomiendas existentes en el Perú, en el llamado “Reparto de Guaynamarina”. Aparentemente, La Gasca no pudo satisfacer del todo a sus leales, lo que generó nuevos descontentos.
El 27 de enero de 1550, considerando cumplida su labor, emprendió el retorno a España, llevando para el Rey un extraordinario cargamento de casi dos millones de escudos en metales preciosos. Dejó el gobierno en manos de la Audiencia de Lima presidida por Andrés de Cianca. En el istmo de Panamá sofocó la rebelión que los hermanos Hernando y Pedro Contreras habían promovido en la provincia de Castilla del Oro o Tierra Firme, de cuyo gobierno se habían apoderado violentamente con el plan de desposeer a España del Perú, rehacer el imperio incaico y ceñir su corona. La Gasca continuó el viaje a España, arribando a Sevilla en septiembre del mismo año de 1550.
Como correspondía a un individuo de profesión clerical, Pedro de la Gasca fue premiado por sus meritorios servicios con la dignidad de Obispo. Primero recibió por auspicio de Carlos V la dignidad episcopal de Palencia, que llevaba anejo el Condado de Pernia (1551). Luego fue promovido al rango de Obispo y Señor de Sigüenza, en tiempos de Felipe II (1562).
Falleció el 13 de noviembre de 1567, a los 74 años de edad, siendo sepultado en la Iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid en un sepulcro en alabastro obra del escultor romanista Esteban Jordán.

Labor Administrativa en el Perú

Luego del Reparto de Guaynarima (en la que distribuyó las encomiendas o repartimientos de indios entre los capitanes y soldados de su ejército triunfador), La Gasca se dedicó a realizar un reordenamiento general en la administración del Virreinato del Perú. Concibió la necesidad de formar una aristocracia de encomenderos, alrededor de la cual debería girar la vida de los colonos ibéricos en el Perú. Según su esquema ideal, empero, el desenvolvimiento de los súbditos indianos no debía exceder los parámetros de control político y económico de la Corona, cuya preponderancia era necesario afirmar sobre las ambiciones de los particulares.
En su período de gobierno de un año y medio (1548-1550) dictó varias medidas con el propósito de garantizar la solidez del poder estatal:
§            La reorganización del manejo de la Hacienda pública, que fue su mayor preocupación, pues las guerras y turbulencias habían disminuido la recaudación de fondos para la Corona. Mandó distribuir nuevas marcas para la acuñación de metales en las casas de fundición de Charcas, Cuzco, Arequipa, Lima, Trujillo y Quito. Su interés primordial fue la recaudación de la mayor cantidad de metales preciosos para el fisco, y en esto se vio favorecido por el auge de los yacimientos argentíferos de Potosí, descubiertos recientemente.
§            La tasación general de encomiendas, hecha con el objeto de cortar la ilimitada extracción de riquezas que gozaban los encomenderos, poseedores de numerosos grupos de indios. Para realizar la inspección de los repartimientos en todo el país se designó a un conjunto de 72 vecinos.
§            El asentamiento de la administración judicial. Se implantó el sistema de los corregimientos como primera instancia judicial, con unos oficiales encargados de desempeñar la jurisdicción en los distritos pertenecientes a cada una de las ciudades españolas. Asimismo, el 29 de abril de 1549 se instaló la nueva Audiencia de Lima, máximo cuerpo administrativo-judicial del Virreinato.
Otras disposiciones y medidas que tomó La Gasca fueron las siguientes:
§            Dio disposiciones a favor de la sufrida población indígena. Moderó los tributos, suprimió la esclavitud, prohibió los trabajos demasiados pesados, y obligó que toda labor fuera pagada con justo salario. Aunque no logró efectuar muchos de sus planes a favor de la población indígena, sugirió por escrito al nuevo virrey que venía en su reemplazo los proyectos que debería llevar a cabo.
§            Promovió expediciones de conquista y de población en los confines del virreinato:
­            Dio permiso para que partieran expediciones de conquista o “entradas” a zonas todavía inexploradas en la región selvática del norte peruano colindante con Quito, como la dirigida por Diego de Palomino a la región de Chuquimayo (río Mayo-Chinchipe), que fundó Jaén de Bracamoros (1549); la de Hernando de Benavente a Macas; la de Alonso de Mercadillo al valle de Yaquiraca donde fundó Zamora de los Alcaides.
­            Otras expediciones fueron encomendadas a Pedro de Valdivia y Juan Núñez de Prado con rumbo a Chile y Tucumán, respectivamente.
­            Hizo regresar al capitán Ñuflo de Chaves que venía del Paraguay hacia el Perú, enviado por Irala; y asignó la jornada del Paraguay a Diego Centeno, que se frustró.
­            Se fundaron nuevas ciudades como Nuestra Señora de la Paz en el Alto Perú, por Alonso de Mendoza (20 de octubre de 1548).
§            Fomentó la utilización del camino del río de La Plata, pensando que sería un eficaz remedio para las dificultades que ofrecía el viaje al Perú a través del istmo centroamericano.
§            Entre otras resoluciones cabe mencionar sus ordenanzas sobre el laboreo de minas, la captura y reducción de esclavos cimarrones, la visita y despacho de navíos en el puerto de Lima.


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