PEDRO DE LA
GASCA
Fue un sacerdote, político, diplomático y militar español
del siglo XVI. Caballero de la
Orden de Santiago y consejero del Tribunal del Santo Oficio.
Nombrado en 1546 presidente de la Real Audiencia de Lima con la misión de debelar
la rebelión de Gonzalo Pizarro en el Perú, cumplió a cabalidad su cometido,
pasando a la historia con el apelativo de Pacificador. Hizo luego un
ordenamiento general del Virreinato.
Nació en Navarregadilla, localidad cercana al pueblo de El Barco de
Ávila en el año 1493. Hijo de don Juan Jiménez de Ávila y García y de doña
María Gasca, ambos de conocidas estirpes hidalgas. Inició estudios en la Universidad de
Salamanca. Muerto su padre (hacia 1513), hízose cargo de su educación su tío,
el licenciado Del Barco, quien lo presentó ante el Cardenal Cisneros para que
estudiara en la
Universidad de Alcalá de Henares. Allí recibió el grado de
Maestro en Artes y Licenciado en Teología; entró como colegial en el Colegio
Mayor de San Ildefonso de la misma universidad, y entusiasmado por la política
imperial, participó en el bando real durante la Guerra de las Comunidades
de Castilla.
Acabada la guerra, su tío lo envió de nuevo a Salamanca (1522), donde
gracias a sus virtudes intelectivas y a su talento negociador logró situarse en
un primerísimo plano. En la universidad salmantina cursó Derecho Civil y
Canónico; se graduó de Bachiller en ambos Derechos y fue elegido para ocupar la
rectoría en el curso de 1528-1529. Posteriormente tomó una beca en el
prestigioso Colegio Mayor de San Bartolomé o Colegio Viejo (1531), centro de
formación de los más importantes políticos de la España del Renacimiento,
donde se graduó de Licenciado en Cánones. Vista su capacidad le encargaron del
rectorado del Colegio en dos oportunidades.
Concluidos sus estudios, recibió las sagradas órdenes, abrazando la
carrera eclesiástica. Fue nombrado canónigo en el cabildo catedralicio de
Salamanca y juez vicario en la diócesis de ese lugar.
Las excelencias de su ánimo y capacidad no tardaron en llegar a oídos
del personaje más influyente en el gobierno civil y religioso de aquella época:
el cardenal Juan Tavera, Arzobispo de Toledo y Presidente del Consejo Real. Por
influencia de este personaje, en 1537 pasó a desempeñarse como juez vicario en
Alcalá de Henares y como juez residenciador del cabildo metropolitano de
Toledo. En noviembre de 1540 obtuvo una plaza de oidor en el Consejo de la Suprema Inquisición.
Esta incorporación al mundo cortesano le otorgó la experiencia de administrar
negocios concernientes al inmenso ámbito de la “monarquía universal” de Carlos
V.
Su primera responsabilidad propiamente política le fue asignada en
1541, al recibir el encargo de hacer una visita general a los oficiales de la Corona en el reino de
Valencia, para lo cual tuvo que contar con un breve especial del Papa,
autorizándole a intervenir en problemas que normalmente eran ajenos a la gente
de hábito clerical. Pasó en la comarca valenciana tres años intensos
(1542-1545), durante los cuales se ocupó del adoctrinamiento y sujeción de las
comunidades moriscas, ordenó disposiciones para la defensa del reino
(fortificación de la costa y de las islas Baleares para enfrentar los ataques
berberiscos y, principalmente, los del pirata Barbarroja), efectuó una toma de
cuentas a los oficiales de hacienda, aplicó la residencia a los ministros de
justicia y adquirió, en general, un notable conocimiento de las funciones
gubernativas.
Al convertirse Gonzalo Pizarro en líder absoluto del Perú,
no faltaron quienes le aconsejaron de independizarse de la Corona española y que
formara un reino aparte, enlazándose con una princesa incaica. Gonzalo no se
dejó seducir por estos consejos, pues esperaba reconciliarse con la Corona y ser reconocido
como Gobernador, en virtud de ser hermano de Francisco Pizarro, el conquistador
del Perú. Pero por desgracia para él, ello no ocurrió.
Enterados de la rebelión en España, el rey nombró al sacerdote Pedro
de la Gasca
presidente de la Real
Audiencia de Lima y Pacificador del Perú, con poderes
extraordinarios. La Gasca
partió hacia América, sin más armas que su Biblia y cédulas reales en blanco
para castigar y recompensar según el caso; portaba también el decreto real del
20 de octubre de 1545, por el que se suprimía el capítulo 30 de las Leyes
Nuevas, donde se prohibía la encomienda hereditaria, con el fin de convencer a
los encomenderos de que cesaran la revuelta, a cambio del perdón real.
Cuando La Gasca
llegó a Panamá en agosto de 1546, se enteró de la muerte del virrey. De
inmediato, comenzó a ganarse a los partidarios de Gonzalo. El primero a quien
logró convencer fue al almirante Pedro de Hinojosa, jefe de la escuadra
rebelde, de modo que éste se pasó con toda su flota al bando real, lo que
constituyó un rudo golpe para el bando gonzalista. Sumados a otros capitanes y
soldados que se les unieron el camino, partieron todos hacia el Perú; era ya
todo un ejército de leales a la corona.
Mientras que Gonzalo reunió en el Cuzco un ejército de 900 soldados y
esperó a su adversario. Ambos ejércitos se enfrentaron en la batalla de
Jaquijahuana, en la pampa de Anta o Sacsahuana,[2] el 9 de abril de 1548. En
realidad no hubo batalla sino el desbande de las fuerzas gonzalistas que se
pasaron al ejército de Gasca. La deserción la iniciaron el oidor Cepeda y el
capitán Sebastián Garcilaso de la
Vega (padre del Inca historiador). La derrota de Gonzalo
Pizarro se consumó pues, debido a "...la traición de sus hombres, quienes
se pasaron al lado de las tropas de los leales al rey...", viendo
probablemente innecesaria la lucha, toda vez que las encomiendas habían sido
restauradas.
Gonzalo Pizarro fue tomado preso, al igual que su lugarteniente
Francisco de Carvajal y los demás capitanes rebeldes. Todos fueron decapitados
al siguiente amanecer, a excepción de Carvajal, que por ser plebeyo fue
ahorcado. Las cabezas de Gonzalo y Carvajal fueron enviadas a Lima y expuestas
perpetuamente en la
Plaza Principal , dentro de unas jaulas de hierro.
Tras su victoria, Pedro de la
Gasca eliminó las gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva
Toledo. También redistribuyó las encomiendas existentes en el Perú, en el
llamado “Reparto de Guaynamarina”. Aparentemente, La Gasca no pudo satisfacer del
todo a sus leales, lo que generó nuevos descontentos.
El 27 de enero de 1550, considerando cumplida su labor, emprendió el
retorno a España, llevando para el Rey un extraordinario cargamento de casi dos
millones de escudos en metales preciosos. Dejó el gobierno en manos de la Audiencia de Lima
presidida por Andrés de Cianca. En el istmo de Panamá sofocó la rebelión que
los hermanos Hernando y Pedro Contreras habían promovido en la provincia de
Castilla del Oro o Tierra Firme, de cuyo gobierno se habían apoderado
violentamente con el plan de desposeer a España del Perú, rehacer el imperio
incaico y ceñir su corona. La
Gasca continuó el viaje a España, arribando a Sevilla en
septiembre del mismo año de 1550.
Como correspondía a un individuo de profesión clerical, Pedro de la Gasca fue premiado por sus
meritorios servicios con la dignidad de Obispo. Primero recibió por auspicio de
Carlos V la dignidad episcopal de Palencia, que llevaba anejo el Condado de
Pernia (1551). Luego fue promovido al rango de Obispo y Señor de Sigüenza, en
tiempos de Felipe II (1562).
Falleció el 13 de noviembre de 1567, a los 74 años de edad, siendo sepultado
en la Iglesia
de Santa María Magdalena de Valladolid en un sepulcro en alabastro obra del
escultor romanista Esteban Jordán.
Labor Administrativa en el Perú
Luego del Reparto de Guaynarima (en la que distribuyó las encomiendas
o repartimientos de indios entre los capitanes y soldados de su ejército
triunfador), La Gasca
se dedicó a realizar un reordenamiento general en la administración del
Virreinato del Perú. Concibió la necesidad de formar una aristocracia de
encomenderos, alrededor de la cual debería girar la vida de los colonos
ibéricos en el Perú. Según su esquema ideal, empero, el desenvolvimiento de los
súbditos indianos no debía exceder los parámetros de control político y
económico de la Corona ,
cuya preponderancia era necesario afirmar sobre las ambiciones de los
particulares.
En su período de gobierno de un año y medio (1548-1550) dictó varias
medidas con el propósito de garantizar la solidez del poder estatal:
§
La reorganización del manejo de la Hacienda pública, que fue
su mayor preocupación, pues las guerras y turbulencias habían disminuido la
recaudación de fondos para la
Corona. Mandó distribuir nuevas marcas para la acuñación de
metales en las casas de fundición de Charcas, Cuzco, Arequipa, Lima, Trujillo y
Quito. Su interés primordial fue la recaudación de la mayor cantidad de metales
preciosos para el fisco, y en esto se vio favorecido por el auge de los
yacimientos argentíferos de Potosí, descubiertos recientemente.
§
La tasación general de encomiendas, hecha con el
objeto de cortar la ilimitada extracción de riquezas que gozaban los
encomenderos, poseedores de numerosos grupos de indios. Para realizar la
inspección de los repartimientos en todo el país se designó a un conjunto de 72
vecinos.
§
El asentamiento de la administración judicial.
Se implantó el sistema de los corregimientos como primera instancia judicial,
con unos oficiales encargados de desempeñar la jurisdicción en los distritos
pertenecientes a cada una de las ciudades españolas. Asimismo, el 29 de abril
de 1549 se instaló la nueva Audiencia de Lima, máximo cuerpo
administrativo-judicial del Virreinato.
Otras disposiciones y medidas que tomó La Gasca fueron las siguientes:
§
Dio disposiciones a favor de la sufrida
población indígena. Moderó los tributos, suprimió la esclavitud, prohibió los
trabajos demasiados pesados, y obligó que toda labor fuera pagada con justo
salario. Aunque no logró efectuar muchos de sus planes a favor de la población
indígena, sugirió por escrito al nuevo virrey que venía en su reemplazo los
proyectos que debería llevar a cabo.
§
Promovió expediciones de conquista y de
población en los confines del virreinato:
Dio permiso para que partieran expediciones de
conquista o “entradas” a zonas todavía inexploradas en la región selvática del
norte peruano colindante con Quito, como la dirigida por Diego de Palomino a la
región de Chuquimayo (río Mayo-Chinchipe), que fundó Jaén de Bracamoros (1549);
la de Hernando de Benavente a Macas; la de Alonso de Mercadillo al valle de
Yaquiraca donde fundó Zamora de los Alcaides.
Otras expediciones fueron encomendadas a Pedro de
Valdivia y Juan Núñez de Prado con rumbo a Chile y Tucumán, respectivamente.
Hizo regresar al capitán Ñuflo de Chaves que venía del
Paraguay hacia el Perú, enviado por Irala; y asignó la jornada del Paraguay a
Diego Centeno, que se frustró.
Se fundaron nuevas ciudades como Nuestra Señora de la Paz en el Alto Perú, por
Alonso de Mendoza (20 de octubre de 1548).
§
Fomentó la utilización del camino del río de La Plata , pensando que sería un
eficaz remedio para las dificultades que ofrecía el viaje al Perú a través del
istmo centroamericano.
§
Entre otras resoluciones cabe mencionar sus
ordenanzas sobre el laboreo de minas, la captura y reducción de esclavos
cimarrones, la visita y despacho de navíos en el puerto de Lima.
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