VIRGEN MARÍA
El Nacimiento
María Santísima, hija de San Joaquín y
Santa Ana por especial favor de Dios, nació en Jerusalén, y cuando tuvo tres
años fue llevada por sus padres al templo de esa ciudad para ser presentada al
Señor y entregada a su servicio, viniendo a ser entre todas las doncellas el
mayor ejemplo de santidad y modestia. La Iglesia celebra el 21 de Noviembre la Presentación de la Santísima Virgen
en el Templo.
Allí la Niña María aprendió a
hilar lana y lino, a labrar las vestiduras sacerdotales y demás objetos para el
culto santo; leía con suma atención las divinas escrituras y con encendido
amor, aunque sin ninguna ceremonia exterior hizo voto perpetuo de guardar su
pureza virginal. En ese entonces debía tener ya más de doce años, pues en esta
edad era cuando se permitía a las jóvenes judías hacer votos valederos.
Fisonomía Exterior de María
El gran Padre y Doctor de la Iglesia , San Ambrosio,
dice a este respecto:
"Era la Virgen María de alma
prudente y corazón blando y humilde, grave y parca en el hablar, aficionada a
lecturas santas, modesta en sus palabras, muy atenta a lo que hacía, y buscando
en todo siempre agradar a Dios y no a los hombres.
Sus gestos y su andar, nada tenían de
ligero, suelto o petulante, antes bien, procedía con todo orden y compostura,
de suerte que, la modestia y continente exterior de su persona eran como un
bello reflejo de su alma, y podía servir como acabado ejemplar de toda
probidad.
Era Ella la mejor guarda de sí misma, y tan
apacible en su andar, en sus palabras y ademanes, que con sus pasos y
movimientos, más que avanzar en el camino parecía adelantar en la virtud.
Cuando hacía esta Virgen modestísima, podía tomarse como regla de buen proceder
y de virtud.
Los Desposorios
Dos años después de muertos sus padres y
siendo ya de catorce años, quisieron los sumos sacerdotes que tomase esposo,
más Ella rehusó esto terminantemente por su amor a la pureza y promesa
virginal; pero por providencial manifestación de Dios aceptó, previo voto mutuo
de castidad, a San José por compañero, con el cual se desposó y se fue a vivir
a Nazaret, pequeña aldea donde se ejercitó en la oración y la contemplación.
El día menos pensado, estando la Santísima Virgen
en oración, se le presentó el arcángel San Gabriel y le anunció que Ella concebiría
en su seno al Hijo del Altísimo, que iba a hacerse hombre, sin dejar de ser
Dios para redimir a la humanidad; y que esto se haría maravillosamente
suministrando su purísima sangre en su propio seno al Espíritu Santo obrador
del prodigio; luego le reveló, como para confirmar la divina encarnación, que
Isabel su prima, había concebido un niño, que sería precursor del Verbo
humanado; entonces la
Santísima Virgen determinó ir a visitar a Santa Isabel,
guardando grande reserva de lo que pasaba; mas en aquel venturoso día ---que
llamamos de la
Visitación-- -, al ver Santa Isabel a María Santísima,
exclamó: "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a visitarme?"
No pudo María dejar de bendecir a Dios en tal momento y prorrumpió en admirable
cántico de alabanzas a Dios, de sentida expresión de humildad y de
reconocimiento, que denominamos el himno del Magníficat.
El Nacimiento de Jesús
Tuvo luego que ir San José a la ciudad de
Belén, patria del profeta David, a cumplir con el empadronamiento ordenado por
edicto imperial; en tal viaje acompañó al esposo la Santísima Virgen ,
cuidándose más de pensar en que todo lo ordena la divina providencia, que en la
fecha en que pudiera ser el alumbramiento. Habiendo arribado a Belén,
hallándose como perdidos en medio de las multitudes que habían llegado de todas
partes para hacerse inscribir; en vano buscaron asilo para pasar la noche, pues
ninguno les abrió, tanto por ser desconocidos y pobres, como por estar ya todo
ocupado. Tuvieron que albergarse en un mezquino establo, refugio de pastorcitos
y rebaños. Allí, hacia la media noche, el Verbo encarnado sale milagrosamente
del seno de María, ésta lo toma en sus brazos, lo adora, lo envuelve en
humildes pañales y coloca sobre unas pajas del pesebre; tal es el nacimiento del
divino Infante, cual pasa el rayo de luz por un purísimo cristal.
Por este tiempo, a los 40 días, la Santísima Virgen
se presentó, sin estar obligada, al templo de Jerusalén a la ceremonia legal de
la Purificación
y a ofrecer la oblación del caso. ¡Qué humildad y obediencia!. Y allí oyó las
amargas profecías de Simeón el anciano.
Vida en Nazaret
Estando aún la Sagrada Familia en
Belén, una noche un ángel del Señor ordenó a San José tomara a Jesús y con la Santa Madre huyeran a
Egipto porque Herodes buscaba al Niño para darle muerte. ¡Qué afán! Mas qué
obediencia y prontitud en emprender aquella huída. Años después por aviso
Angélico volvieron a Nazaret.
En Nazaret continuó la Sagrada Familia la
oscura y humilde vida: allí crecía el Niño en edad, santidad y ciencia a vista
de todos; allí aumentaba a diario la perfección de María y tuvo la pena de ver
morir a San José, a quién asistieron con Jesús en su último instante de vida
humana; de allí salió a los 30 años de edad, Jesús divino Maestro, a emprender
la vida en público, de enseñanzas, predicación, beneficios y continuo
sacrificarse hasta la muerte.
Durante la Vida Pública de Jesús
En los tres años de vida pública de Nuestro
Señor Jesucristo hallamos a María Santísima principalmente en tres momentos:
1º Las Bodas de Caná
Había sido invitado Jesús con sus
discípulos a unas bodas, a que asistía también María. Durante la comida faltó
el vino. María se lo advirtió a Jesús. "Mujer, le contesta el Salvador,
¿por qué te diriges a mí? No ha llegado aún mi hora".
Y dice María a los sirvientes: "Haced
cuanto El os diga". Ordena Jesús que llenen de agua seis tinajas, manda
escanciarlas, y gustan los convidados un vino mejor que el que hasta entonces
se les había servido. Este fue el primer milagro de Jesús, que sirvió para
confirmar a sus discípulos.
2º En la Calle de la Amargura
Acompañada por San Juan y por las piadosas
mujeres, María quiso salir al encuentro de su divino hijo. El lugar del
suplicio no es ciertamente un sitio adecuado para una madre.
Bien sabía Ella que no habría podido
prestar ningún socorro a su Hijo pues los verdugos, según la ley, se lo habrían
impedido. Sabía muy bien, además, que con su presencia, lejos de disminuir el
dolor del Salvador, no haría más que aumentarlo. Esto no obstante, su deber, su
calidad de Corredentora, no le permitía estar ausente; impulsada por el deber,
se dirigió Ella también hacia el Calvario, al encuentro de su Hijo.
3º María Santísima al pie de la Cruz
Después de haberse visto María como
olvidada durante la vida pública del Salvador, reaparece en el momento supremo
del sacrificio. Allí está; fuerte en medio de su inmenso dolor. La ve su Hijo,
y en su corazón sumergido en el sufrimiento, halla aún, lugar para la compasión
y la piedad hacia su Madre. En el momento de la despedida, quiere verse
reemplazado para con Ella. ¿A quién confiar tan preciosa misión, sino a su
discípulo amado?. "Mujer, dice a María, designando a Juan: he aquí a tu
Hijo". "Hijo, dice a San Juan, he aquí a tu Madre".
Últimos años de la Virgen
Los últimos años vividos por María sobre la
tierra, han permanecido envueltos en una neblina tan espesa que casi no es
posible entreverlos con la mirada, y mucho menos penetrarlos. La Escritura calla y la
tradición nos hace llegar solamente ecos lejanos e inciertos. Indudablemente la Virgen , en aquellos años en
que permaneció en la tierra, debió exclamar continuamente, con mayor razón que
San Pablo, dirigiéndose a los primeros cristianos: "Mi vida es Cristo y la
muerte sería para mí una ganancia. Mas, ¿qué escoger?. A la verdad, mucho mejor
sería para mí irme con Él; pero vuestra necesidad me manda quedar aquí...
Permaneceré con vosotros para provecho vuestro y gozo de vuestra fe"
(Filipenses, 1, 21-26). Y María, consagrada enteramente al provecho de la Iglesia , prestó de
continuo hacia Ella, cuerpo místico de Cristo, todos aquellos cuidados y
atenciones maternales que había tenido para con su divino Hijo. A Ella, por
consiguiente, como a la madre de una familia, recurrían de continuo los
Apóstoles y discípulos, todos los fieles especialmente en las horas de duda, de
dolor y de persecución.
Fin del Destierro
Todo nos induce a creer que la vida terrena
de María, así como tuvo su comienzo en la ciudad santa, así también tuvo en
ella su término. Ella pasó de la
Jerusalén terrestre a la Jerusalén Celestial.
No se comprende bien, en efecto, cómo pudo morir la Virgen. Para nosotros
es fácil, demasiado fácil morir. Pero para María no sucede lo mismo.
Después de consolar, enseñar y amparar a
los apóstoles y discípulos de Cristo, cuando fue tiempo de salir de este mundo,
abrasada en amor divino se durmió plácidamente.
No fue una sacudida violenta que arrancó el
alma de María; fue el impulso de la caridad lo que la separó dulcemente del
cuerpo enviándola al Paraíso envuelta en una onda de deseo ardiente de su
Amado.
Después de su muerte la Santísima Virgen
fue llevada a los cielos por los ángeles, donde coronada de gloria y de poder y
con trono sobre todos los coros angélicos y todos los santos, permanece
eternamente como Madre de Dios que es, y Señora y Madre nuestra, ejerciendo su
amabilísimo poder por los siglos de los siglos.
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